Después de décadas de progreso, el hambre en el mundo comenzó a revertir su curso en 2014. Sigue en aumento, y los conflictos, el cambio climático y las crisis económicas impulsan el mismo. Sin embargo, sabemos que el hambre tiene solución. En conjunto, el mundo ya produce suficientes alimentos para alimentar a todos, y el gobierno de los Estados Unidos tiene el poder y los recursos para lograr un impacto histórico en la lucha contra el hambre. Es por eso que Pan y nuestros colaboradores trabajan incansablemente para instar a los que toman las decisiones de nuestra nación a dar prioridad a políticas y programas que terminen con el hambre.
En 2022, el hambre crónica, medida por no consumir suficientes calorías para llevar una vida activa y saludable, afectaba a alrededor del 9.2 por ciento de la población mundial: casi 1 de cada 10 personas. Esto es mucho más alto que la tasa de 2019, antes de la pandemia por COVID-19, que era del 7.9 por ciento.
Esto significa que alrededor de 735 millones de personas se enfrentaron al hambre en 2022. Se estima que la pandemia obligó a pasar hambre a unos 122 millones más en todo el mundo. Los investigadores estiman que en 2022, casi 3,100 millones de los 8,000 millones de habitantes del mundo no podían costear una dieta saludable. Es probable que esta cifra haya aumentado desde entonces porque los precios mundiales de los alimentos incrementaron cuando Rusia invadió Ucrania.
La inseguridad alimentaria tiene en cuenta el acceso de una persona a alimentos seguros, nutritivos y asequibles, no solo tiene en cuenta las calorías. Existen importantes disparidades regionales en las tasas de inseguridad alimentaria. En 2022, más de 1 de cada 2 personas padecía inseguridad alimentaria en el África subsahariana, mientras que casi 1 de cada 3 personas padecía inseguridad alimentaria en Asia, América Latina y el Caribe.
En 2022, más de 250 millones de personas experimentaron inseguridad alimentaria a nivel de crisis en 58 países. Estas familias necesitaban asistencia alimentaria urgente para sus necesidades de salud y nutrición, y más del 40 por ciento vivía en solo cinco países: la República Democrática del Congo, Etiopía, Afganistán, Nigeria y Yemen.
“1,000 días” es una forma breve de referirse al tiempo transcurrido entre el embarazo y el segundo cumpleaños de un niño, el período más crítico para la nutrición humana. Cuando los niños sufren de hambre crónica y carecen de nutrientes esenciales durante este período de la primera infancia, los resultados pueden ser fatales.
En 2022, casi el 7 por ciento de los niños en todo el mundo se vieron afectados por la emaciación infantil, también conocida como desnutrición aguda grave, el resultado potencialmente mortal de una nutrición deficiente o enfermedades recurrentes. Esto es casi 1 niño de cada 15, la mayoría de los cuales vive en África y Asia.
Quienes sobreviven al hambre durante los 1,000 días corren un alto riesgo de sufrir retraso en el crecimiento, un daño permanente a su salud y a su desarrollo físico y cognitivo que, según los expertos, es en gran medida irreversible. Más de una quinta parte de los niños menores de cinco años del mundo, aproximadamente el 22 por ciento, se ven afectados por el retraso en el crecimiento. Casi todos los niños afectados por retraso en el crecimiento viven en África y Asia.