Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos juntos en un mismo lugar, y de repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso que llenó toda la casa donde estaban sentados. Se les aparecieron lenguas como de fuego que, repartiéndose, se posaron sobre cada uno de ellos. Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba habilidad para expresarse. Había judíos que moraban en Jerusalén, hombres piadosos, procedentes de todas las naciones bajo el cielo. Al ocurrir este estruendo, la multitud se juntó; y estaban desconcertados porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. –Hechos 2:1-6
En el día de Pentecostés el milagro fue que todos pudieran oír las buenas nuevas del Evangelio de Jesucristo en su propio idioma. En nuestra defensa y promoción, ¡que el Espíritu Santo descienda sobre nosotros para que cuando anunciemos las buenas nuevas de que es posible acabar con el hambre, todos sean capaces de oír y entender!
Oremos.
¡Sopla sobre nosotros, aliento de Dios!
¡Habla a través de nosotros
conforme proclamamos las buenas nuevas
de que es posible acabar con el hambre!
Habla a través de nosotros
para que las palabras sean convincentes
pese a ideologías o partidos políticos.
Oramos en el nombre de Jesús,
Amén