Un destello de quietud y calma

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Por Genevieve Mougey

El Adviento era una temporada especial para mi familia durante la niñez. Supongo, que ahora es natural, que yo adopte la continuación de esa temporada en mi vida adulta. Al igual que mi madre, acostumbro colgar en la barra de mi cortina, los ornamentos del Árbol de Isaí que mi abuelo había tallado en madera de cedro.   Coloco el Nacimiento, de la Sagrada Familia, sobre el baúl de cedro, que también fue construido por mi abuelo.

No cabe duda que, como adulta, mis momentos de Adviento son un tanto diferentes a los recuerdos de mi niñez, sin embargo, lo que permanece es un destell de quietud y calma.

Las primeras dos semanas de Adviento las pasamos preparando nuestros corazones y nuestras vidas para la llegada inminente del Niño Jesús.  Al llegar la tercera semana, como iglesia estamos listos para movernos. Para reconocer este momento, encendemos una vela de un color diferente—rosado.

Comenzamos a exclamar las respuestas de las Antífonas de la “O” en nuestras oraciones diarias. O Sapienta (sabiduría), O Radix (raíz de Isaí), O Príncipe de Paz, O Emmanuel, son algunas de mis favoritas.

Al comenzar la tercera semana de Adviento, cambiamos de una expectativa alegre a una semana de gozo más calmada. Podemos ver y observar como el gozo se arraiga en nuestros corazones.

En su libro “Amazing Grace” (Gracia Maravillosa), Kathleen Norris sostiene que la definición de gozo debe tener un doble significado. El gozo no es barato—no se puede comprar. Tampoco es alegría, la cual se desvanece rápidamente y se aleja de repente. Más bien, el gozo permite que la completa dimensión de la experiencia humana, el regocijo y la tristeza, puedan caminar juntas, una al lado de la otra.

Considero que esto es tener un entendimiento completo de lo que el gozo hace posible en nuestra experiencia humana. En la navidad se le da demasiada atención a la alegría exuberante. Eso está bien. Sin embargo, también pienso en aquellas personas que por primera vez pasan la temporada de Adviento con tristeza.

La primera temporada de Adviento/Navidad sin un ser querido, la primera sin tener trabajo, sin saber de dónde llegará el próximo plato de comida. Esta es la tensión de la temporada de Adviento, junto al gozo de la Navidad.  Esta es la tensión que entendemos acerca de nuestro Rey que nació en un pesebre.

Existe una tristeza verdadera y una profunda incomodidad junto al regocijo exuberante de los grandes árboles en las calles, regalos envueltos en papeles hermosos, San Nicolás posando para las fotos, y el Nacimiento frente a la iglesia.

Qué hermoso entendimiento, poder comprender cómo podemos expresar los profundos momentos agridulces que nos puede producir esta temporada. No menoscabamos el dolor de esos momentos, sin embargo, nuestro gozo nos ciñe y sujeta toda la tensión.  Al mirar los momentos de gozo en nuestra jornada de Adviento, separemos tiempo para examinar dónde se encuentra nuestra alegría y nuestra tristeza. 

Genevieve Mougey es la asociada nacional de participación Católica Romana en Pan para el Mundo.

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